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Hace exactamente seis décadas, el atletismo argentino vivió grandes jornadas en oportunidad de los IV Juegos Deportivos Panamericanos, cuyas competencias atléticas se desarrollaron en el Estadio Municipal Pacaembú, en Sao Paulo.

Para las dos grandes figuras del atletismo argentino de esa época –Osvaldo Suárez y Juan Carlos Dyrzka- fue un momento especial. “Juansón” estaba en pleno despegue y se iba convirtiendo en uno de los mejores especialistas del mundo en los 400 metros con vallas, en tanto Suárez ya era un consagrado. A pesar de que no llegó en las mejores condiciones físicas, ya que arrastraba problemas hepáticos que finalmente lo llevarían a una operación a principios del 65, Suárez demostró su calidad en la pista paulista al ganar los 5.000 metros y quedar segundo en los 10 mil, totalizando así seis medallas en sus participaciones totales en los Panamericanos, algo que ningún otro argentino logró hasta el momento.

Con apenas 21 años se había consagrado en ambas distancias en la altitud de México, en 1955, y cuatro años más tarde en Chicago retuvo su cetro de 10 mil, cediendo el de 5.000 en ajustado final ante uno de los más famosos corredores estadounidenses, Bill Dellinger.

Dyrzka, por su parte, obtuvo los 400 vallas en Sao Paulo. Y la actuación argentina se completó con otra medalla de plata, a cargo de la gran Ingeborg Pfüller en lanzamiento del disco, donde registro 47.83 metros el 3 de mayo de 1963, escoltando a la canadiense Nancy McCredie (50.18). Y también el lanzador Luis Di Cursi llegó al podio en bala con 16.26 metros, ocupando el tercer puesto.

A esa altura de su campaña, Suárez ya acumulaba todos los récords sudamericanos en distancias que iban desde los 2.000 metros hasta el maratón, había ganado una condición de ídolo popular por sus tres victorias en la Travesía de San Silvestre y había acumulado numerosos títulos sudamericanos, iberoamericanos y panamericanos.

A principios de 1963 y por primera vez en su campaña había afrontado el frío del invierno europeo para hacer una experiencia en la temporada de cross en España, donde compitió con valores de primera clase mundial como el etíope Mamo Wolde (luego campeón olímpico de maratón).

Los 5.000 metros llanos se disputaron el 27 de abril y Suárez marcó 14:25.81, delante de los estadounidenses Charles Clark (14:27.16) y Robert Schull (14:29.21). Suárez consiguió doblegar en la recta a final a Schul, quien había liderado hasta ese momento. Los 10 mil se corrieron cuatro días más tarde (1 de mayo) y allí se impuso el estadounidense Peter McArdle con 29:52.22 seguido por Suárez con 30:26.56 y el mexicano Eulogio Galicia con 30:27.90.

Para Dyrzka la victoria en Sao Paulo, también el 1 de mayo, fue la más grande de su notable campaña y enmarcada en una magnífica temporada 1963, en la que lo distinguieron como “Deportista del Año” con el Olimpia de Oro. Incluyó sus triunfos en el  Sudamericano de Cali –allí también Suárez ganó las dos distancias- en el Preolímpico de Tokio. En los Juegos Panamericanos se impuso con 50.32 (en ese momento se asignó 50.2 manuales, record sudamericano) batiendo a los cotizados estadounidenses William Aterbury (50.49) y Russ Rodgers (51.19). Dyrzka se ubicó como el sexto corredor del mundo en esa temporada del 63.

A seis décadas de aquellas hazañas de Suárez y Dyrzka, valga este homenaje de nuestro atletismo para estos dos colosos, que ya no están entre nosotros. Iban a pasar otros 36 años hasta que el atletismo argentino volviera a disfrutar medallas de oro en los Panamericanos, y esta vez de parte de las mujeres y saltarinas como Solange Witteveen y Alejandra García (Winnipeg 1999).