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Raphael Roux, representante de la Unidad Antidopaje de World Athletics en Kenia, revela la normalización del dopaje y la grave corrupción que frena los esfuerzos por controlar esta práctica en el atletismo keniano.

La situación del atletismo keniano es preocupante, y Raphael Roux, enviado por la Unidad de Integridad del Atletismo (AIU) de World Athletics a Kenia, lo deja en claro. Según Roux, el dopaje se ha trivializado en el país, y los esfuerzos para combatirlo han sido en vano debido a los altos niveles de corrupción en varias áreas. Este contexto se agrava por la creciente lista de atletas sancionados: más de 110 deportistas kenianos están actualmente cumpliendo suspensiones, según los últimos informes.

Roux subraya que la lucha contra el dopaje en Kenia no es solo una cuestión de recursos financieros, como los 28 millones de dólares que el gobierno ha prometido invertir entre 2023 y 2028, sino también de un necesario cambio cultural. Señala que quienes hoy se benefician del dopaje tendrán que adaptarse a vivir de formas más éticas en el futuro. Un ejemplo similar, explica, fue la solución al problema de la caza furtiva, donde los cazadores se convirtieron en guardabosques.

El enviado de la AIU destaca además la corrupción sistémica en Kenia como uno de los mayores obstáculos. Desde enfermeras que sustraen EPO de los hospitales para venderla, hasta falsos inspectores que piden grandes sumas a los deportistas para evitar sanciones, el problema es complejo. A ello se suma la explotación de los atletas por parte de managers extranjeros, quienes se llevan la mayor parte de los premios, dejando a los atletas con un porcentaje mínimo.

En comparación con otras naciones como Rusia, donde el dopaje estaba centralizado, en Kenia la situación es más caótica, lo que dificulta su control. Roux asegura que es vital una presencia constante en los centros de entrenamiento como Eldoret, ya que las pruebas esporádicas no son suficientes para frenar esta crisis. Además, alerta sobre la ley del silencio que impera en el país, donde los propios atletas evitan colaborar en las investigaciones por temor a represalias.

Roux concluye que el problema del dopaje en Kenia también afecta a otros países vecinos como Uganda y Etiopía, aunque la ausencia de laboratorios antidopaje en esas naciones hace que el problema sea menos visible.