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Las posiciones de medallistas, así como los récords nacionales de los relevos 4×100, permitieron que el atletismo argentino volviera a figurar en los Juegos Deportivos Panamericanos, que acaban de clausurarse en Santiago de Chile.

Distintas situaciones –principalmente lesiones- impidieron que el potencial exhibido en las competencias internacionales del último período (Iberos y Odesur 2022, Sudamericano 2023) pudiera repetirse, ahora en otro ambiente exigente. Pero, por otro lado, una medalla de oro, dos de plata y otra de bronce, además de los citados records, representa una cuenta positiva.

La comparación respecto a otros Panamericanos es muy relativa. Y está condicionada por el nivel que cada Juego pueda haber ofrecido. En el caso de Santiago 2023, fueron notorias las ausencias de atletas de clase mundial (sobre todo de EE.UU. y Jamaica) debido a la fecha de realización del evento. Y eso, a la vez, permitía que los atletas sudamericanos pudieran tener una presencia mayor, inclusive en el medallero.

De todos modos, vale recordar lo sucedido con el atletismo argentino a lo largo de los Panamericanos de las últimas décadas. En Winnipeg 1999, y después de 36 años, la Argentina volví a tener medallistas de oro, fue el  caso de nuestras saltarinas Solange Witteveen (alto) y Alejandra García (garrocha). Cuatro años más tarde, el que llegaba al título era Juan Ignacio Cerra en martillo… y tendrían que pasar otras dos décadas, hasta la hazaña de Belén Casetta el último sábado, para volver a celebrar un triunfo.

No obstante hubo presencia en los podios en aquel período: tres medallas de bronce en Rio 2007, otras dos en Guadalajara 2011 con Germán Lauro en bala y Braian Toledo en jabalina. En Toronto 2015, Germán Chiaraviglio escaló hasta la medalla de plata en Toronto 2015 y fijó el récord nacional –aún hoy vigente- de 5.75, y le acompañaron dos bronces: Mariano Mastromarino (volviendo a colocar a la Argentina en un podio de maratón después de seis décadas) y Germán Lauro en bala. Pero en 2019 la cuenta bajó a sólo una medalla, a cargo de Belén Casetta con su tercer puesto en la carrera de obstáculos.

Varios de los atletas que en último ciclo comenzaron a lucir en los planos Ibero/Sudamericanos estuvieron en buen nivel en Santiago, tuvieran o no la posibilidad de podio. Podríamos citar el caso de los mediofondistas de la nueva camada como Diego Lacamoire y José Zabala, quienes no llegaban a la posición de punta en una carrera táctica como los 1.500 pero tenían fuertes adversarios. Pero una atleta que se convirtió en puntal por sus dobletes 1500-5000 como Fedra Luna sufrió una lesión durante el Mundial de Budapest y quedó descartada de Santiago. También Julián Molina, campeón sudamericano en Sao Paulo en la prueba de obstáculos, tenía la ilusión panamericana, pero el desgarro sufrido al iniciar la preparación en la altura limitó aquí su participación.

Otro que atravesó la temporada lesionado, tras su gran 2022, fue el velocista Franco Florio. Pese a ello, alcanzó a participar aquí y fue uno de los factores para que la generación de nuestros jóvenes sprinters (con Tommy Mondino, Diamante y Ciampitti) quebrara dos veces el tope nacional -39.53, 39.48- y alcanzara una medalla de bronce, la primera en más de siete décadas. Allí se dio el resultado de un trabajo intensivo en la especialidad, que también realizaron las damas y así concretaron un récord histórico en la 4×100, terminando con el más antiguo de los topes nacionales, vigente desde 1975, al marcar ahora 44.72. Lamentablemente, la fuerte caída que sufrió Vicky Woodward en la llegada impidió que pudieran participar horas después en la carrera decisiva. En cambio la 4×400 masculina que tantas esperanzas había despertado desde la temporada anterior, quedó desarmada: primero por la lesión de Falchetti, quien quedó descartado para Santiago. Y ya en los Panamericanos, otro lesionado, Bruno De Genaro, cuando iniciaba su final de 400 vallas (que, pese a todo, decidió terminar). Tampoco Elián Larregina –el hombre clave de esta prueba, y que había producido un gran comienzo de temporada con su récord nacional y su subcampeonato en Sao Paulo- llegó en buenas condiciones físicas a los Panamericanos.

La cuenta de medallas para la Argentina en el Estadio Nacional de Santiago se había iniciado con otro resultado inédito, el subcampeonato de Flor Borelli en maratón, prueba que lideró hasta casi los últimos tramos, cuando fue desbordada por la mexicana Citlali Moscote. Y todo, en un ritmo inusualmente rápido para un maratón de campeonato, cuando lo que prevalece es la utilidad táctica. La 4×100 masculina llegó al bronce citado. Y sobre el cierre de los Juegos, Germán Chiaraviglio –a sus 36 años- volvió a demostrar toda su jerarquía de competidor, llevándose el segundo puesto en el salto con garrocha, repitiendo su halago del 2015 (también fue bronce en 2007). Lo hizo ante un calificado “field” de jóvenes y ascendentes rivales.

La celebración mayor llegó con Belén Casetta, sin dudas una de las más notables competidoras que el atletismo argentino deparó en esta última década. A menos de seis meses de haber dado a luz, Belén retornó a la alta competencia y lo hizo en forma notable, además de establecer en los 3.000 metros con obstáculos uno de los pocos récords de Campeonato que se vieron en Santiago: 9:39.47.

Otros de nuestros representantes, como los del sector de lanzamientos, estuvieron en sus marcas. Y Juan Manuel Cano en la marcha concretó su quinta participación consecutiva, convirtiéndose junto a Chiaraviglio en los argentinos con mayor presencia en el historial de los Juegos.

Si se le da continuidad a cada uno de estos trabajos y si se puede afrontar el cuidado físico –las lesiones, imponderables, son siempre un condicionante- en algunos de los jóvenes de este plantel estará la base para tener presencia olímpica en las próximas temporadas.

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