Por Ezequiel Brahim / La Nación
Podrán decir que un etíope y una keniata ganaron el medio maratón de Buenos Aires, es cierto; pero lo verdadero es que los argentinos hicieron historia. Dos argentinas bajando el récord sudamericano, un mendocino logrando el mejor debut histórico en la distancia y un entrerriano con la segunda mejor marca del ranking argentino. Sumados a 20.539 personas (el 92% argentinos) que corrieron para posicionar la prueba como la más importante de Latinoamérica. Una mañana de domingo con un clima ideal para construir tiempos veloces y un río de historias que se dio en llamar, la Media Maratón de Buenos Aires.
Primero las damas. Florencia Borelli y Daiana Ocampo, en ese orden, están reescribiendo la historia. Florencia, nacida en Mar del Plata hace 29 años es la dueña de los récords argentinos desde 3000 metros a 42 kilómetros. Pero Daiana, dos años mayor, de Pilar, la corre de cerca. Tal es así que luego de más de una hora de batalla, este domingo cruzaron la línea de llegada con 15 segundos de diferencia.
Florencia Borelli y Daiana Ocampo. Media maratón de Buenos Aires. 21 Km. en Palermo.Fabián Marelli – LA NACIÓN
“En la salida ya sabía que iba a ser una gran carrera, salimos muy fuerte desde el principio”, contaría Florencia a LA NACION. Ambas venían de lograr el primer y segundo puesto en el campeonato iberoamericano corrido en Alicante hace menos de tres meses, donde la marplatense fue primera, escoltada por la bonaerense. Ahora de nuevo luchaban codo a codo, y así fueron hasta el kilómetro 15, cuando llevaban recorrida más de la mitad de la autopista Arturo Illia y las piernas comenzaban a sentir el daño de la constante ondulación del traslado.
“Ahí fue donde me empecé a despegar, pero siempre la veía cerca”, reconocería Florencia. Que en los restantes seis kilómetros pudo acrecentar una brecha de unos 75 metros. Se podría decir que le sacaba un metro por cada cuadra, parece muy poco para quien se aleja, se siente mucho para quien se queda detrás. Ambas atletas corrieron lo más fuerte que lo habían hecho nunca en sus vidas y de hecho más rápido que cualquier otra sudamericana en la historia.
Florencia cruzó el arco de llegada en 1h09m31s y Daiana en 1h09m46s. Quedaron séptima y novena respectivamente en la clasificación general (solo superadas por keniatas y etíopes). El anterior récord estaba en poder de la peruana Gladys Tejeda, con 1h10m14s desde hacía más de seis años.
“Fue la mejor carrera de mi vida”, reconoce Florencia, mientras se aleja del predio de la carrera con su hijo Milo (7) de la mano. “Ahora tengo algunas semanas para pensar si largo la maratón [de Buenos Aires el 18 de septiembre], pero es lo más probable”. Mientras su hermana melliza Mariana (y también gran atleta argentina), le cuenta que Milo ya quería que no le pidan más fotos y se vayan a almorzar en familia. “Y también le tengo que comprar algún juguete, creo que unas cartas de Dragon Ball Z, hoy es su día”, agrega, antes de despedirse, Florencia Borelli, la nueva récord sudamericano de media maratón, la mamá de Milo.
El entrerriano Federico Bruno es el corredor argentino mejor ranqueado a nivel internacional. Su fuerte son las pruebas de 1500 a 5000 metros. Pero este año se perdió las dos citas más importantes, el campeonato Iberoamericano y el Mundial de Atletismo en Oregón por una infección. Recién hace cinco semanas pudo volver a entrenar con normalidad, de hecho ni siquiera estaba incluido en el equipo argentino que compitió en esta media maratón por el campeonato sudamericano. “Es lo lógico, mis compañeros venían mejor que yo”, aclararía Bruno. Lo que no fue tan lógico fue el resultado de su carrera.
Se salió corriendo muy fuerte en el pelotón de hombres sudamericanos. El dato técnico dice que a unos 2′50″/km. “Mi plan era seguir a Fede hasta reventar”, cuenta llanamente el mendocino Ignacio Erario (26), debutante en la distancia. Debutante y valiente, para querer seguir al mejor corredor del país. Pero lo cierto que en ese mismo plan también iban los dos olímpicos en Tokio 2020, Joaquín Arbe y Eulalio Muñoz. Junto con algunos de los mejores ecuatorianos, brasileños, chilenos, colombianos y uruguayos. Que entre ellos se jugaban el título del subcontinente.
“El circuito es super rápido, el clima era muy bueno y yo iba corriendo muy relajado”, detalla Bruno. En el mismo pelotón, Erario da otra versión: “Yo miraba los parciales en el reloj y me preocupaba cómo iba a poder terminar”. Como anécdota, el mendocino pasó el parcial del kilómetro 10 más rápido de lo que lo había hecho nunca en una carrera de 10 km. Y justo ahí Bruno aplica al pelotón, un cambio de ritmo.
“Me prendí como pude, era el momento de hacerlo”, cuenta Erario sobre ese momento. Con ellos dos solo quedó el ecuatoriano Christian Vasconez. De a poco los olímpicos Arbe y Muñoz perdían terreno, junto con el resto de sudamericanos. “En el km 21 le pego un cambio a Fede y me pongo adelante”, cuenta con tranquilidad “Nacho” Erario, “pero fueron solo dos metros, y yo sabía que todavía no estaba ganada la carrera”. Quedaban menos de cien metros para la llegada, pero tenía razón Erario, aún no estaba ganada.
Federico Bruno aplicó su famoso sprint final, de nivel internacional, y logró los dos segundos de ventaja que le dieron el triunfo. Paró el reloj en 1h02m10s grabando la segunda marca del historial argentino, solo superada por el legendario Antonio Silio (1h00m48s). Dos segundos más tarde Ignacio “Nacho” Erario escribía la tercera línea del historial y se convertía en el mejor debutante argentino en la distancia. Así cruzó el arco: “Emocionado, cuando vi el reloj no lo podía creer. En ese momento pensé en Nadia [su novia], nos conocimos hace 4 años, yo estaba sin correr por una lesión, pesaba 10 kilos más. Ella quería venir a verme hoy, pero le dije que no, porque era mi debut, no sabía qué podía pasar”.
El aporte de Erario a la nueva camada del atletismo argentino se debe a una mala pasada del kung-fu. Hace diez años se quebró el brazo practicando este arte marcial. “Y como no podía hacer otros deportes, y el liceo donde estudiaba [en Mendoza] organizaba una carrera [de 10 km], la largué”. Así la recuerda: “Hice 45 minutos, corrí muy mal. Pero ya me quise entrenar para hacerlo mejor”. Un año más tarde ya dejaba el kung-fu y corría todos los días. “Aún hoy esa quebradura me molesta un poco para bracear”.
No se notó tanto la molestia en Buenos Aires. “Nacho” ya terminó el liceo, incluso ya rindió todas las materias para recibirse de contador, solo le quedan cuatro finales. Los va dando a cuenta gotas mientras se enfoca mucho en el deporte. “Dejé el trabajo que tenía de contable para poder entrenar doble turno. Aunque algunas changas mantengo, algunos monotributos”, cuenta “Nacho”, que a su vez emprendió un equipo de entrenamiento, el Victory Team, que ya cuenta con 50 alumnos entre presenciales y a distancia.
Más allá de Buenos Aires, su gran objetivo del año son los 5000 metros en los Juegos Odesur. “Quisiera conseguir una medalla para Argentina, así puedo obtener una beca. Por ahora solamente recibo algo de apoyo de la provincia de Mendoza”, explica el casi contador. Para poder viajar a competir hizo una rifa, vendió 365 números. “Había puesto buenos premios”, asegura “Nacho”, y eso ayudó a poder cruzar el país para llegar a medirse con los mejores.
Los argentinos escribieron sus historia y los keniatas y etíopes le dieron dos grandes fotos al domingo. El etíope Gerba Beyata Dibaba le ganó con el pecho a su compatriota Dinkalem Ayele Adane, ambos marcaron 1h00m29s. Mientras que entre las mujeres, un segundo alcanzó para que entrara todo el podio. La keniata Irine Kimais, la etíope Atalel Dargie y la otra keniata Vivian Kiplagat, todas, en ese orden, cruzaron la meta en 1h07m59s. Un sincronizada sinfonía de piernas color ébano, volvió a demostrar porque dominan el mundo del atletismo sobre el asfalto.
La Media Maratón de Buenos Aires no solo dejó récords, dejó algo mucho más imperecedero, dejó historias. Sí los récords están para bajarse, las historias son para recordarse. Así quedará en el recuerdo como una carrera donde varios se animaron a soñar en grande.