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El atletismo argentino tiene una vinculación muy significativa con los Juegos Deportivos Panamericanos ya que la edición inaugural se realizó justamente en nuestro país, en 1951. Buenos Aires en esa oportunidad y Mar del Plata en 1995 fueron las dos sedes argentinas en el historial de los Juegos.

            Y a lo largo de dicho historial, los atletas argentinos lograron 17 medallas de oro, 18 de plata y 31 de bronce.

            El atleta argentino más relevante en dicho historial es el gran Osvaldo Suárez, ganador de cuatro títulos y dos medallas de plata, y que tuvo asistencia perfecta entre 1955 y 1967, antes de su despedida de las pistas. Osvaldo, con apenas 21 años, sorprendió al obtener los 5.000 y 10.000 metros llanos (15:30.6 y 32:42.6 respectivamente) en la altitud de México, en 1955. Cuatro años más tarde en Chicago retuvo su corona de 10.000 con 30:17.2 y fue subcampeón de 5.000, y aún en Sao Paulo 1963 –donde era un ídolo por su triplete de San Silvestre- ganó en 5.000 con 14:25.81 y quedó como subcampeón de 10.000.

            En la edición inaugural de 1951, la Argentina contaba con uno de los planteles más poderosos de su historia, liderado por el entonces campeón olímpico de maratón, Delfo Cabrera. Este obtuvo su prueba en los Panamericanos con 2:35:01, quedando segundo otro grande de la especialidad, Reinaldo Gorno, quien un año más tarde alcanzaría la medalla de plata olímpica en Helsinki. Tendrían que pasar más de seis décadas –hasta Toronto 1995- para que uno maratonista argentino retornara al podio panamericano: fue Mariano Mastromarino, bronce en ese momento, en una de las mejores actuaciones de su campaña.

            En 1951 también se lució Ricardo Heber al ganar el lanzamiento de jabalina con 68.08, Ingeborg Mello hizo doblete (12.45 en bala y 38.55 en disco) y también se consagraron campeones Ricardo Bralo (14:57.2 en 5.000), Sixto Ibáñez (5:06:07 en la marcha de 50 km.) y Emilio Ortiz (48.04 en lanzamiento de jabalina).

            En México 55, Juan Doroteo Miranda logró los 1.500 metros con 3:53.2 e Ingeborg Pfüller heredó a Mello como reina del disco con 43.19.

            Chicago 59 tuvo a Suárez como protagonista y cuatro años después, en San Pablo, junto al gran fondista se lució Juan Carlos Dyrzka, al proclamarse campeón de los 400 metros vallas con 50.32.

            Pasarían más de tres décadas hasta que un atleta argentino volviera a ganar en los Panamericanos. Había cambiado el atletismo mundial y ya el hecho de colocarse en un podio constituía, de por sí, una hazaña. Después de que Domingo Amaison llegara al bronce de los 3.000 metros con obstáculos en Winnipeg 67 hubo un intervalo de doce temporadas sin medallas argentinas, hasta que Tito Steiner consiguió el segundo puesto del decathlon en Puerto Rico 79.

            Nuevamente Winnipeg fue sede panamericana, en 1999, y allí brillaron las dos argentinas que marcaron el rumbo de nuestro atletismo femenino en esa época: Solange Witteveen en salto en alto con 1.88  y Alejandra García en salto con garrocha con 4.30. Ambas se proclamaron campeonas panamericanas.

            Cuatro años después, en Santo Domingo, Juan Ignacio Cerra obtuvo el título del lanzamiento del martillo con 75.53, el último hasta ahora en la cosecha argentina.

            En cuanto a la última medalla corresponde a Belén Casetta con su bronce de Lima 2019 en los 3.000 metros con obstáculos. Belén vuelve ahora a integrar el equipo nacional, al igual que otro medallista panamericano como Germán Chiaraviglio (subcampeón de garrocha en Toronto 2015 con 5.75, récord nacional vigente).

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